Crítica de Al baile. Dirección y coreografía: Juan Carlos Lérida. Intérpretes: Juan Carlos Lérida, Gilles Viandier y David Climent. Asesoría de movimiento: Lipi Hernández. Teatro Fernán Gómez (Madrid). 21 de mayo de 2019.
Contiene Al baile el empaque suficiente para ser entendido como trabajo independiente, desligado de memoria y referencias. Pero enmarcado en el contexto que lo ampara, el de la trilogía Los cuerpos del flamenco, que se inició en el año 2010 con Al toque, y le siguió con Al cante, ya en 2014, adquiere un significado aun más revelador en el discurso que viene desarrollando el coreógrafo, bailaor y bailarín Juan Carlos Lérida alrededor del flamenco.
Estrenado en 2016, por fin ha visitado la capital este espectáculo en el marco del festival Flamenco Madrid, que se desarrolla hasta el 2 de junio en el Teatro Fernán Gómez. Y aunque solo se ha podido disfrutar del trabajo un día de programación, ha servido también para arrojar un puñado de cuestiones sobre la escena, como la dificultad que se da a veces a la hora de acceder a artistas comprometidos con lo suyo, pero ajenos a modas o corrientes expositivas de otros, ignorados no pocas veces por artífices de la programación (esta ha sido la primera vez que Juan Carlos Lérida ha visitado la capital con un trabajo propio, a excepción de su participación en un certamen coreográfico en el año 2000. Para reflexionar y sonrojarse, sin duda).
Volviendo a lo importante, a la creación, Al baile continúa la senda de la homilía que Lérida viene desarrollando desde hace un par de décadas, en varios aspectos. La más destacable podría ser la que articula su querencia flamenca que pasa por la insurgencia y reflexión de la buena, es decir, la que se adentra con conocimiento previo en la teoría y práctica de algo establecido, para sacar a la luz otro algo propio que en su caso es también agitador, posiblemente sin querer serlo, y por lo tanto aguerrido. Si en Al toque y Al cante, el coreógrafo nacido en Alemania y residente en Barcelona, trabajaba sobre la gestualidad en el flamenco alrededor de estas dos prácticas, con Al baile va más allá y el cuerpo es idea, instrumento, dramaturgia y hasta padecimiento. “A los 3 años me operaron de flamenco”, dice el creador en cierto momento de la obra, confirmando claves. Junto a los intérpretes Gilles Viandier y David Climent, vestidos de etiqueta rosa fucsia, como los flamencos (animales) a los que acuden al inicio de la obra, y en contraposición al habitual negro que viste el arquetipo de lo masculino en el flamenco tradicional, Lérida recorre el concepto de movimiento, de baile, sobre patrones musicales habitualmente asociados a ello (Stayin’ Alive de los Bee Gees, música techno e incluso La consagración de la primavera, de Stravinski) para hablar y lanzar cuestionamientos sobre estándares flamencos alrededor del cuerpo y parir nuevos códigos resultantes de profundos e inusitados campos de investigación. Ya lo dijo Siri Hustvedt, “a excepción del prejuicio, en las artes no existen sentimientos que deban ser privados de expresión, ni historia que no pueda ser contada”. Una cita que adquiere en este trabajo y en el lenguaje de Lérida, una manifiesta y acertada concreción.