En mis inicios como bailarín, tenía la sensación de que un aula de danza era un lugar seguro, un lugar donde todo estaba en su sitio. Un lugar donde sabías cómo actuar y lo que se esperaba exactamente de ti. De algun forma, al entrar en el ámbito coreográfico, siento algo parecido. Encuentro que el espacio del creador es un espacio donde todo puede cuestionarse sin cortapisas, donde hay “bula” para afrontar casi cualquier tema, desde la óptica que quieras. El “velo” del arte, o de la interpretación artística más bien, nos puede dar carta blanca casi para cualquier planteamiento. Y esta libertad es imprescindible para el creador, para probar, para equivocarte, para ir más allá, para aventurarte en terrenos desconocidos, e ir creciendo a medida que lo hace la coreografía.
Claro que no siempre el proceso creativo es como uno quisiera. En ocasiones, cuando coreografías para otras compañías, hay imperativos que están por encima de lo que sería apropiado o idóneo para la creación: tiempos que se recortan cada vez más, intérpretes completamente desconocidos para ti, nuevos equipos de trabajo… Cada proceso en este sentido supone un aprendizaje, y en estos casos, según mi experiencia, lo mejor (o lo que a mí me funciona) es tener siempre una idea desde la que partir, una cierta dramaturgia que en un momento dado vaya a proporcionar el empaque que la pieza necesita. Un argumento, una historia sencilla, la relación establecida entre los personajes es más que suficiente como detonante de una nueva pieza. Estas ideas, en mi caso, siguen casi siempre la misma dinámica: recojo ingredientes de diferentes situaciones de la vida. Y aparecen poco a poco, en diferentes situaciones y tiempos y de alguna menara llega un día donde esos ingredientes, que igual no parecian conectados, se conectan entre sí y ése es el punto de partida para el siguiente trabajo.
Gustavo Ramírez junto a Verónica García Moscardó, cofundadora, directora ejecutiva e intérprete de Proyecto Titoyaya.
Mi última creación para Proyecto Titoyaya es La Metamorfosis de Kafka, que tuvo su estreno mundial en el festival d’Estiu de Sagunt, el pasado 5 de agosto. En este caso particular, el proceso ha sido especial para mí porque por primera vez, en lugar de iniciarlo de la forma habitual, lo he hecho desde el punto de vista de un director teatral, para después incluir la danza dentro de esta macroestructura coreográfica en la que me he encontrado inmerso. Ha sido un reto, y es aquí, en casa, cuando uno puede permitirse el lujo de realizar experimentos, que de otra manera no te atreves a llevar adelante en tu faceta como freelance. Proyecto Titoyaya ha sido desde el inicio una plataforma donde crear desde un punto de vista totalmente libre y sin prejuicios, dando soporte a múltiples formas de entender el hecho creativo y cuestionarlo, y en ese punto es donde nos encontramos actuamente. Septiembre de 2014, Gustavo Ramírez Sansano. Bailarín, coreógrafo y director de la compañía ProyectoTitoyaya.