Entrevista a Jordi Cortés. Fuck-in-Progress. 27 de mayo en el Teatro Valle-Inclán (Centro Dramático Nacional). Madrid. Ciclo Una mirada de diferente.
Estrenado el pasado año en el Festival Grec de Barcelona, Fuck-in-Progress, del creador y bailarín Jordi Cortés, llega a Madrid enmarcado en el ciclo Una mirada diferente, del Centro Dramático Nacional. Diferente e integrada, se podría apostillar en este caso, en el que 8 intérpretes con toda su disparidad, conviven en un espacio común (físico y discursivo) para arrojar con abierta conciencia («No concibo otra manera de trabajar», declara el creador) una disertación en clave de danza-teatro alrededor de la relación con el cuerpo, con el otro y con el miedo. A mostrarnos y a que nos vean. «Hay una pulsación, una necesidad de buscarse, de paliar nuestra soledad, a veces de abandonarse, de perderse hasta que alguien te encuentra. Una necesidad de gozar. Pero eso a veces implica sufrimiento, para poder llegar a un éxtasis», explica el coreógrafo. «Es la manera que tenemos de relacionarnos con nuestro cuerpo y con el de los demás. Y en ese camino y descubrimiento nos encontramos y en diferentes situaciones se dan maneras de interactuar. A veces son objetos, otras personas. Y todos somos testigos de lo que esta sucediendo en cada momento».
La exposición de ese viaje por el descubrimiento que puede ocasionar la búsqueda de identidad, pero también el erotismo y la sensualidad, anunciados desde el título, convergen en este trabajo, Premio de la Crítica de Cataluña a la mejor coreografía 2015. «Fuck-in-progress es un juego de palabras que puede significar `Jodido progreso´ y `Estamos jodiendo, no molestar´. Desde ahí se plantea un juego en el que considero que todos los trabajos que compartimos con el público están en progreso constante. Y cada oportunidad que tenemos de compartir ese progreso es también oportunidad para hacer crecer el trabajo. Al mismo tiempo, porque hablamos y mostramos nuestros cuerpos de una forma libre, sensual, erótica y poética».
Director de la compañía Alta Realitat y la Asociación Kiakahart, con la que pone en marcha este montaje, Jordi Cortés viene trabajando con la danza integrada desde hace más de 15 años, y hasta veinte hacia atrás hay que remontarse, para saber de su primer acercamiento. «Fue un camino que se me abrió en un momento dado, durante mi residencia en Londres, trabajando con DV8 Physical Theater. Era el año 1994 ó 95 y tuve la oportunidad de trabajar con la Cía. Candoco, dándoles un taller de teatro físico. Un año después, asistí a clases de danza terapia en el Bedlam Hospital donde trabajaban con personas con autismo, mujeres maltratadas, psicóticos y personas que se auto lesionaban. Estas dos experiencias marcaron mucho mi trabajo, mi manera de ver la danza, y lo que ésta podía aportar a diferentes personas, que no necesariamente estaban en el ámbito profesional en el que yo me movía», cuenta el creador.
«A todo esto se sumó una lesión grave en mi rodilla derecha que me hizo tener que reencontrar una nueva manera de trabajar con mi cuerpo y empecé a percibir el movimiento con las muletas que tenía que usar, a utilizar la voz y a descubrir la presencia del cuerpo de una manera distinta». En el camino y desde entonces, un buen puñado de experiencias cristalizadas en un aprendizaje constante sobre lo dancístico y lo humano, derivadas de la búsqueda del diálogo de cuerpos diferentes a través del movimiento. «Es fascinante el ambiente de trabajo que se crea. El nivel de escucha y observación. Sentir la manera en que se despierta un cuerpo que no está habituado a expresarse a través de la danza. De una forma inesperada, orgánica, diferente, con mucha intensidad y fuerza, con sus miedos y anhelos. Y cómo se va creando una partitura en común. Este trabajo me abre constantemente caminos artísticos, estéticos, personales, humanistas, sexuales… Siento que es un pozo sin fondo y que el camino y la aventura no han hecho más que empezar».