Crítica de Una noche con Forsythe. Compañía Nacional de Danza. Director artístico: José Carlos Martínez. Programa: The Vertiginous Thrill of Exactitude (1996), Artifact Suite (2004) y Enemy in the Figure (1989). Coreografías: William Forsythe. Teatros del Canal (Madrid). 1 de junio de 2019.
El contexto, siempre tan importante, capaz de arrojar respuestas certeras a la pregunta menos pertinente, se hace indispensable para acercarse al programa dedicado a William Forsythe (Nueva York, 1949) que la Compañía Nacional de Danza está presentando en los Teatros del Canal de Madrid hasta el próximo 9 de junio. En este marco, la fecha de las obras que se muestran, The Vertiginous Thrill of Exactitude (1996), Artifact Suite (2004) y Enemy in the Figure (1989), presentadas en ese orden, son fundamentales para situar unas propuestas, absolutamente renovadoras en su momento de estreno, pero algo más tibias en la escena actual. De hecho, Forsythe, autor del lenguaje que las preside, se encuentra desde hace años en las antípodas creativas de aquel discurso, ahora (y desde hace años) cercano a la instalación performativa y museística. Fue Nacho Duato, al frente de la Compañía Nacional de Danza, quien nos familiarizó por aquí con el regenerador trabajo del neoyorkino y aunque es de justicia apuntar el interés intacto que sigue conteniendo el legado Forsythe, parecía tener más sentido entonces que ahora, que llega como una visión futurista del pasado. Nada desdeñable, en cualquier caso. El paso del tiempo transcurre de curiosas maneras por unas u otras propuestas.
Las tres piezas mostradas en esta velada, que se vio hace dos años en varios escenarios del país, servirán a algunos para descubrir por primera vez al Forsythe temprano y a otros, para certificar la auténtica ruptura que supuso su lenguaje, confrontado con el del ballet clásico al que el creador acude (puntas incluidas) para desembarcar en el suyo propio. Muy propio. Por otro lado, para unos y otros, estos primeros trabajos de Forsythe se adecúan, además de para el disfrute de conceptos inusitados hasta la fecha en la concepción de un espectáculo de danza, para percibir la fuerza y precisión, o ausencia de ellas, en la interpretación de los bailarines. El trepidante lenguaje corporal de Forsythe sitúa a los intérpretes en coyunturas corpóreas de exigencia rigurosa y en este sentido los bailarines de la Compañía Nacional de Danza al completo, alcanzan lo requerido más que de sobra, de manera especial en las dos últimas obras mostradas. Técnica, concentración, minuciosidad y emoción (implícita, como marca el discurso del coreógrafo), se dan en la ejecución sin casi miramientos, en unas obras cuya reposición ha contado con el trabajo de grandes conocedores del universo Forsythe como Ana Catalina Román, brillante profesional y guardiana de su legado. Una tarde con Forsythe para disfrutar de los primeros preceptos de este creador imprescindible al que es conveniente mirar, como todo, desde el contexto adecuado.