Foto destacada y de portada: © Flor Ordoqui
En 2016, con la publicación y gran repercusión del fabuloso libro de Sergio del Molino, La España vacía: Viaje por un país que nunca fue, la actualidad puso el foco en esos rincones despoblados de este país, acusados por la huida a las grandes urbes. Pueblos con apenas un puñado de habitantes sufridores del olvido que acarrea cualquier orilla desierta. “Mirar en los rincones de la España vacía de los que procedemos es mirar dentro de nosotros mismos”, se lee en el libro del autor.
La danza, nunca ajena a las diversas realidades, también anda diseñando nuevas miradas hacia esa España vacía o vaciada, (porque donde ahora hay ausencia antes hubo vida). Una de ellas acaba de desarrollar su primera edición con el nombre de Bailando en plata, una iniciativa de la Asociación de profesionales y compañías para el desarrollo de la danza en Andalucía (PAD) que ha contado con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte.
Se trata de una doble residencia artística, en un municipio de Andalucía y otro de Extremadura (en esta primera entrega, en La Rinconada, Sevilla, y en Segura de León, Badajoz), que permite poner de relieve unas cuantas cosas. Por ejemplo, la importancia de esta herramienta, la residencia artística, para la figura de la comunidad de creadores en la danza. Por otro, la repercusión que se produce en la comunidad vecinal que acoge esta residencia. Un tercer eje, la presencia internacional, que en esta edición se ha encarnado en Vanda Rodrigues, gestora cultural de Evora (Portugal), completan el proyecto que coordina María González, experimentada gestora de danza, directora del Festival Internacional de Danza de Andalucía, Mes de Danza, desaparecido por la lucha exhausta de sobrevivir a tan poco recurso. “Se trata de un programa muy rico y espero que pueda tener continuidad. La idea es hacer cada año una residencia en un municipio diferente”, explica María González a este medio. “En Segura de León, dedicamos día y medio a visitar municipios cercanos, tuvimos encuentros con agentes culturales y visitamos varios espacios. Lo idóneo sería que la Administración lo siguiera apoyando y si se vuelve a tener su colaboración, estamos barajando la opción de la provincia de Huelva, para la próxima edición”.
Las seleccionadas
De las doce propuestas que se recibieron para participar en esta primera convocatoria, lanzada el pasado mes de diciembre de 2021, y desarrollada en febrero y marzo de 2022, las coreógrafas Helena Martos (Córdoba) y Marco Vargas y Chloé Brûlé (Sevilla) han visto seleccionadas sus propuestas, que durante diez días seguidos ha podido desarrollar en La Rinconada, la primera, y Segura de León, los segundos.
El municipio sevillano acogió a Martos del 9 al 19 de febrero estableciéndose la residencia en esas dos direcciones que proporciona el tener a una creadora en contacto con la comunidad. En este sentido, además de trabajar en su pieza Danzas blancas, Helena Martos realizó un taller con alumnos de bachillerato (15 y 16 años). “Hemos recibido feedback por parte de la profesora de estos chicos y chicas y nos ha contado cómo ha influido la formación en ellos, nos habla de un antes y un después y realmente es algo muy gratificante”, cuenta María González.
Entre el 6 y el 16 de marzo, fue el municipio extremeño Segura de León (Badajoz) el encargado de acoger una segunda residencia protagonizada por Chloé Brûlé y Marco Vargas. “Elegimos Origen, su proyecto, porque va en busca de las raíces más extremas del flamenco y nos pareció una oportunidad para su desarrollo. En Segura de León se han podido reunir con personas mayores con un amplio conocimiento alrededor del flamenco. También pudieron trabajar con los danzantes de Fuentes de León, otro municipio cercano, y obtener ese lado más antropológico, de la fiesta popular, que les está sirviendo mucho. Además dieron un taller con los niños y niñas del colegio de Segura de León”.
Desacralizar la danza contemporánea
Involucrar a quienes estamos en ese otro lado de la danza, el que corresponde a la comunidad de espectadores, en procesos que implican mucho más que un resultado, se presenta fundamental en el hecho de abrir las residencias artísticas a miradas externas. También el ubicarlas, en este caso, en lugares olvidados en los que el derecho a la cultura, y por lo tanto a la danza, se hace casi inaccesible. “Es una manera de seguir creando público para la danza y al mismo tiempo, desacralizar la danza contemporánea”, apunta María González. “En Francia hay un modelo que funciona muy bien. Se trata de cederle un espacio a una compañía, con un convenio de x años, por el que puede gestionar sus propios proyectos, pero a su vez, también pequeñas residencias para otras compañías a lo largo de la temporada. El resultado es la formación de otra comunidad más, dentro de los creadores y creadoras”.
Bailando en plata volverá a abrir su segunda edición el próximo mes de diciembre.