Alejado de sus connotaciones negativas y próximo al concepto de renacimiento, construcción y emergencia, se alzaba el nombre de Hiroshima en la escena, hace menos de un año, para abanderar un nuevo espacio de exhibición, soporte y difusión en la creación escénica contemporánea y alternativa. Ocho meses después de su nacimiento, la jovencísima sala Hiroshima, situada en el barrio Poble Sec de Barcelona, luce sitio, discurso y público en un mundo, el de lo escénico y concretamente el de la danza y artes del movimiento, tan ávido de soporte como rico en producción. Y seguramente sea ésta una de las claves que se han dado en la acogida tan positiva de este nuevo espacio en la escena: la de saber tomar el pulso a la creación más contemporánea y mostrarla sin mucho tapujo. Y tres, algunas de las conclusiones que se derivan de su acierto: sí existe creación de calidad, sí se necesitan espacios para ella y sí hay público para la danza. Detrás de la iniciativa, dos nombres principales: uno, Gaston Core. Joven argentino afincado en Barcelona, formado en teatro, danza, gestión y lenguaje audiovisual, que desarrolla las labores de dirección artística. El otro, el de su fundadora y principal soporte económico, se ubica en el anonimato por decisión de sus protagonistas.
El teatro físico, el nuevo circo, la música, la tecnología aplicada a las artes y por supuesto la danza, forman parte de la programación de la Sala Hiroshima que transcurre por el camino de lo interdisciplinar y los nuevos lenguajes escénicos. «En Hiroshima nos interesan los procesos creativos no convencionales que trabajan con el artista muy involucrado en la pieza y propone al público una visión muy particular del mundo», declara Gaston Core, su director. «Procesos que contienen un lenguaje propio y un sistema expresivo muy personal. Y a partir de ahí, hay eclecticismo aunque estamos especialmente interesados en la danza por un tema de necesidad y urgencia. Es de las artes escénicas más perjudicadas y olvidada y apostamos por revalorizar un arte que tiene un lenguaje universal y en este sentido funciona como puente de comunicación entre culturas capaz de generar públicos heterogéneos. La danza es un lenguaje que permite desarrollar la imaginación y asociar ideas y construir discursos menos dirigidos. Otorga más libertad al espectador para poder construir un discurso a partir de lo que ocurre en escena y a tener una comunicación más abierta».
Mario G. Sáez, Mauricio González, Juan Carlos Lérida, Tania Arias, Pablo Esbert, Poliana Lima, Manuel Roque y Roger Bernat, algunos de los nombres que han pasado en estos meses por Hiroshima. Soc Chitangrada, Raquel Gualtero y Dani Dok, algunos de los que lo harán próximamente.
«Somos muy jóvenes aún, pero creo que nos hemos posicionado como un lugar alternativo donde hay un rigor y una calidad. Queremos ser una plataforma de exhibición, de riesgo, de promoción de artistas que hacen muy bien su trabajo con un sello muy propio. Y un lugar de encuentro».
P- ¿Y el público de Hiroshima? ¿También se enmarca en esa heterogeneidad?
R- Sin duda. Creo que sin saberlo en aquel momento, la fiesta de inauguración dio el tono del público que está teniendo la sala. Gente del diseño, de la moda, del cine, de las artes escénicas, pero también gente del barrio que se han convertido en espectadores habituales y vienen una o dos veces al mes y nunca antes se plantearon ir a una sala alternativa.