No es habitual la mezcla. Pero tampoco nueva. La historia más reciente de la danza ya contiene algunos ejemplos de que música pop y ballet también puede funcionar. Incluso puede verse en esta aleación de danza neoclásica y contemporánea con pop, una inconsciente captura de audiencias poco asiduas a la danza, que ven en sus estrellas de la música un reclamo para asistir al teatro. En 1997, Maurice Béjart puso a sus bailarines a interpretar el Show must go on de Queen, en su obra La Presbytère. Músicos de la banda tocaron en directo junto a Elton John la celebérrima canción, el día del estreno. También el creador francés Jèrôme Bel, bautizó con el nombre de este conocidísimo tema de la historia del pop, el montaje que estrenó en 2001 y que ponía al servicio de dieciocho intérpretes, pegadizas canciones del abanico pop. Sobre Elton John y algunos de sus mejores temas, fabricó el coreógrafo Jean Grand-Maître, director de la agrupación canadiense Alberta Ballet, la obra Love Lies Bleeding. El músico y cantante Elvis Costello ha creado partituras para obras de danza como Il Sogno, con coreografía de Mauro Bigonzeti, y NightSpon, en la que el movimiento tenía rúbrica de Twyla Tharp e interpretación del Miami City Ballet. El coreógrafo Wayne Mcgregor ha coreografiado recientemente, un vídeo clip de la mítica banda Radio Head en el que pone a bailar a su líder, Tom Yorke. Y el coreógrafo americano Rasta Tomas, ha creado todo un discurso alrededor de la música pop rescatando de la pista de baile los temas más pegadizos para subirlos a un escenario y provocar auténtico delirio entre el público más joven.
Así que, la reciente inmersión de Pet shop Boys y Paul McCartney en la danza, no es del todo inusual. Al parecer, ninguna duda tuvieron estas estrellas cuando les llegó el ofrecimiento. Al dúo británico, desde el bailarín principal del Royal Ballet londinense, Iván Petrov. Al exbeatle, desde Peter Martins, director del New York City Ballet. Y con sólo unos meses de diferencia, se pusieron a trabajar. El resultado de la incursión de los Pet shop boys en la danza, ya ha podido comprobarse. El pasado mes de marzo, el Sadler´s Wells de Londres estrenó The most incredible thing, un moderno cuento de hadas basado en la obra homónima de Hans Christian Andersen, coreografiado por el venezolano Javier de Frutos, e interpretación estelar de Petrov, que indudablemente lleva el sello del dúo británico en su sonoridad, mezcla de pop, sonidos electrónicos y orquestales. Mientras, Paul McCartney continúa desarrollando la partitura sobre la que respirará el New York City Ballet, en su próximo estreno el 22 de septiembre durante la gala de otoño que la compañía realiza en Nueva York. Se trata de un encargo que Peter Martins, director de la agrupación americana y coreógrafo de esta obra, realizó al músico y cantante que al parecer respondió encantado. Una obra narrativa y una historia de amor, de unos cincuenta minutos de duración, que al parecer formará parte del programa del New York City Ballet durante el resto de la temporada. Junto a esta obra, el día de su estreno, el colectivo americano interpretará un montaje de George Balanchine como tributo al Reino Unido y a McCartney.
(Publicado en Susy Q. Revista de Danza. Núm. julio-agosto 2011)