Entrevista a Pedro Berdäyes
En más de una ocasión se ha definido Pedro Berdäyes (Sao Paulo, 1961) como un entusiasta de la danza. En ella lleva ejerciendo durante más de tres décadas como alumno primero, formado en arte dramático, danza clásica, contemporánea e improvisación, y como completo hombre de danza después, realizándose en todas y cada una de las facetas que pueden dar de sí esta disciplina, también profesión. Bailarín, coreógrafo, director, pedagogo, empresario, ponente… De su trayectoria en nuestro país, al que llegó en 1985, destacan los dieciséis años que pasó dirigiendo, coreografiando y bailando en la compañía 10&10 danza, fundada en 1989 junto a Mónica Runde. En ella ha dejado su impronta Pedro Berdäyes con un buen puñado de trabajos y una particular forma de entender el movimiento, pegada a la técnica, la precisión y la calidez. Aquella larga etapa le dejó éxito, reconocimiento, premios. Lo situó como la figura clave que es hoy, imprescindible en la historia reciente de la danza contemporánea del país. Pero la enseñanza que comenzó a impartir en el Conservatorio Profesional de Danza Mariemma por aquel entonces, y donde hoy dirige el departamento de improvisación y creación coreográfica, pudo más que el resto de su actividad, y decidió volcarse en la pedagogía. “No puedo estar a la mitad con algo”, comenta Pedro Berdäyes, “y en aquel momento necesitaba dedicarme de lleno a mi actividad en el Conservatorio”. Desde entonces han pasado cuatro años. Casi un lustro desde que el bailarín y coreógrafo decidió apartarse de los escenarios y respirar en otro lugar. Cuatro años en los que seguro su entusiasmo ha seguido indeleble, esta vez volcado con unos alumnos a los que incluso ha subido a un escenario con pequeñas propuestas escénicas. Pero Berdäyes se siente animal de escenario. “Sé que voy a cumplir 49 años, pero necesito seguir bailando”. El pasado mes de abril, en el Festival Internacional Madrid en Danza, el creador presentó un nuevo proyecto. La compañía Kytatioh y el trabajo Punctum. Un dúo interpretado junto al bailarín José Reches que anunciaba, no sin cierta expectación y curiosidad, la vuelta de Berdäyes a los escenarios. Un trabajo alejado de cualquier vestigio del Berdäyes de diez años atrás, a no ser porque destilaba el oficio, la experiencia y el conocimiento del quehacer coreográfico que domina el creador, y porque devolvía a escena esa inherente figura, entre la más pura concentración, la fragilidad y la emoción, que proyecta sobre las tablas Pedo Berdäyes. Punctum se verá de nuevo en septiembre en los Teatros del Canal dentro de la Ventana de la danza, y las dos últimas semanas de octubre en la sala Mirador de Madrid.
“He estado cuatro años sin bailar y esto nunca había pasado en mi larga trayectoria de bailarín. Llevo 25 años bailando y estoy mal acostumbrado. Sé que técnicamente siempre me he exigido mucho y que ahora bailo otra cosa. Pero sinceramente creo que ahora bailo mejor. Por otro lado, pienso que es interesante que los alumnos tengan profesores que estén en activo y transmitir experiencias escénicas”.
– ¿Y le ha dado vértigo volver al redil?
– Pues sé lo que conlleva tener una compañía. Lo difíciles que son las cosas en un país donde hay poco soporte económico, incluso moral, para eso. Y no dejo de tener la sensación de que con la danza uno siempre está en la primera parte de un proyecto, que nunca terminar de solidificar. Si aprendí algo con 10&10 es que las cosas pintan complicadas.
– Y aún así vuelve…
– Sí porque la danza es mi razón de vivir. Lo necesito. Y además no sé hacer otra cosa. Ahora estoy descubriendo un lado muy terapéutico también. Seríamos mejores seres humanos si tuviéramos unas horitas de danza en la escuela, junto con las matemáticas y la geografía. Seríamos mejores presidentes y mejores ministros si conociéramos un poco mejor nuestro cuerpo.
– ¿Y cómo se ha encontrado la escena madrileña a su vuelta?
– Pues no sé si seré demasiado drástico, pero veo el panorama algo triste, falto de nuevas propuestas, de jóvenes creadores que empujen, jóvenes con arrojo que se quieran tirar a la piscina. Pero entiendo que para eso se necesita una política más seria. Uno se ve obligado a hacer montajes anuales a cambio de unas subvenciones, que a mi modo de ver fomentan la mediocridad, en lugar de la creatividad.
– Kytatioh es el nombre de la pieza con la que surge 10&10 tras ganar el certamen coreográfico de Madrid de 1989, ¿por qué ha llamado así a su compañía?
– Fíjate que cuando la gente supo que iba a montar nueva compañía me decían: `Y ahora cómo la vas a llamar ¿20&20?´ . No, no, ya está bien de números. Lo que tenía claro es que no quería que la compañía llevara mi nombre porque no es necesario. Uno dirige, coreografía, baila… basta. Kytatioh es un guiño simpático a esa coreografía que fue la célula madre de 10&10, y al que fue mi primer trabajo coreográfico de más envergadura. Además, es un nombre que no significa nada, y significa todo, y suena bien.
– Con Punctum, su primer trabajo al frente de Kytatioh, hemos descubierto un nuevo discurso…
– Sí. Ahora no me interesa tanto cómo se baila, sino de qué está hecha la coreografía en cuestión. Con Punctum el trabajo se apoya en una instalación coreográfica de carácter muy minimalista. Es un constante montar y desmontar, construir y destruir el espacio escénico.
– Ni rastro del Pedro Berdäyes barroco, de escenografías recargadas…
– No, atrás ha quedado ese interés mío por el santerismo, los colores, los toreros, el exceso… Esa cosa casi almodovariana y exagerada. Estoy en un `release´ absoluto. Con movimientos fragmentados, el cuerpo descolocado, después de tenerlo bien puesto durante tantos años… Y este mundo abstracto en el que me encuentro creo que tiene una lectura más rica. En la abstracción de la danza estoy encontrando una dramaturgia mucho más rica, menos obvia.
– José Reches en escena da la sensación de ser mucho más que el otro bailarín de Punctum
– José es mi hermano. Me anima, confía en mí, me da caña, fuerza. Y lo de volver al escenario, en un gran porcentaje, ha estado motivado por él. No me deja. Soy una persona que a veces tiende al bajón. José me insiste. Me empuja. Me incentiva mucho.
– ¿Ha cambiado cosas en Punctum desde su estreno en abril?
– ¡Yo cambio cosas eternamente!. Fíjate que puedo estar a punto de salir al escenario y cambiar cosas. Sí, seguramente modificaré la duración, será algo menos de la hora y cuarto que tiene; creo que también le daré una vuelta al vestuario…. Es imposible estarme quieto.
– ¿Y qué acogida piensa que ha tenido esta nueva obra? ¿Se corresponde con lo que usted esperaba?
– Pues yo me esperaba más palos. No rechazo, porque es algo que he hecho con sinceridad, oficio y cariño. Y que me perdone mi abuela, pero si tengo algo es oficio. Es una hora y cuarto de pura verdad. Pero sí pensé que la gente se llevaría un chasco por esperar algo de mí que ya conocían, en lugar de esta especie de instalación coreográfica. Pero se ha recibido bastante bien. No se ha comprendido nada de la obra, pero eso es bueno y muy importante, porque si no lo entiendo ni yo, cómo lo van a comprender los demás… Pero sí pensé que al ser todo tan blanco, minimalista y puro, distaría mucho de lo que recordaban de mí
– A estas alturas, y tras haber trabajado para sus compañías, cine, ópera, teatro, ¿qué le queda por hacer?
– Pues el próximo año, y esto es una primicia, se va a hacer un proyecto parecido a la película documental Esto es ritmo en Madrid. Madrid en movimiento creo que se llamará. Un trabajo pedagógico con 180 alumnos de escuelas, dirección artística de Carles Santos, música de la Orquesta Joven de la Comunidad de Madrid y coreografía mía. Y trabajar en esto, y con Carles Santos, me va a aportar mucho, porque le admiro profundamente. Él es de los que empujan.