Entrevista a Rocío Molina. Bosque Ardora. Bienal de Flamenco de Sevilla (29 de septiembre); Dance Umbrella, Londres (del 16 al 18 de octubre); Festival Madrid en Danza (6 y 7 de noviembre) y Mercat de les Flors (Barcelona, 7 y 8 de marzo de 2015). Afectos. Teatro Filarmónica de Oviedo (4 de octubre) y Festival Dantzaldia de Bilbao (Palacio Euskalduna, 9 de noviembre).
“Me interesa indagar en los estereotipos, los roles, los estándares… y en este sentido, me gusta tocar botones incómodos que pongan de manifiesto que existen caminos preconcebidos pero también otras opciones”, reflexiona Rocío Molina (Vélez-Málaga, 1984). Y bien podría referirse a Bosque Ardora, el nuevo espectáculo el nuevo espectáculo de esta creadora, o al conjunto de su trayectoria. Es curiosa Rocío Molina. Lo desconocido parece presentarse como aliciente para frecuentar terrenos creativos pocos ortodoxos. Y esa avidez de aprendizaje junto a una humildad que sorprende, parecen haber funcionado como aliadas en el dibujo del flamenco renovado que Molina viene trazando desde hace una década. “Me gusta meterme en las cosas con inocencia e ignorancia. Soy ignorante, pero me muevo y me meto. Y eso me mantiene viva”. ¿Y no hay miedo o pudor? “No me asusta, nada. Me gusta que me cuenten. Probar cosas. Me divierte. Moriría si me pusiera límites”. Hasta la fecha no parece haber habido demasiados. Y de la carrera artística de esta joven malagueña, pegada al baile desde los tres años cuando le lloraba a su madre si los viernes no podía ir a bailar, pegada a grandes escenarios y nombres también, como el de Baryshnikov, postrado a sus pies tras una actuación de la que ella no salió ni contenta, se transmite una querencia por lo nuevo, el avance y ese flamenco que viaja hacia adelante atento al contagio y lo contemporáneo. En pequeños y grandes teatros, en el salón de casa o en un parque… en la discoteca. Todo se presenta potencialmente inspirador ante Rocío Molina, admiradora del cine de animación de Hayao Miyazaki y los espectáculos de Peeping Tom. “El año pasado, en la fase de preparación de Bosque Ardora, realicé una investigación en torno a la espontaneidad que puede ofrecer el ensayar fuera de un estudio. Bailé ocho horas seguidas en el Central Park de Nueva York. Salía una noche y me llevaba los zapatos de baile en el bolso, me los ponía y me ponía a bailar. Bailé también en una cárcel de alta seguridad en París, de donde surgieron algunas de las principales ideas de Bosque Ardora... Estaba en una época muy para fuera y necesitaba que el paisaje alterara mi movimiento. Además, yo soy feliz hasta ensayando”.
Contagio
Sin duda, la inclinación por descubrirse y descubrir, por adentrarse en nuevos universos, o los de siempre con diferente perspectiva, han llevado a Rocío Molina a rodearse, sobre todo en los últimos años de trayectoria, de nombres y disciplinas de las que contagiarse. Con las que seguir fabricando nuevos mundos flamencos. Y Carlos Marquerie, dramaturgo, director de escena y artista, pieza clave de Cuando las piedras vuelen (2009), uno de los trabajos más singulares y exitosos de Molina, se presenta destacado en la impronta de la bailaora. “A lo largo de una carrera te cruzas con personas que te enseñan a colocarte desde otra perspectiva. Carlos Marquerie me descubrió eso. A apreciar diferentes miradas. Y a partir de este encuentro, entendí que hay muchos mundos y se me abrió un abanico. Poquito a poco una intenta aprender”. También Mateo Feijoo, director artístico y curador, forma parte del imaginario de colaboraciones de Rocío Molina. Y si en aquel espectáculo ideado por Marquerie aparecía ya como apoyo, en Bosque Ardora se ha puesto al frente de la dramaturgia y dirección artística. “Me gusta rodearme de gente con mucho conocimiento. Yo tengo ideas, pero reconozco que puede ser un proceso algo caótico y necesito que alguien las escuche y le ponga un orden”. Y una mujer, Rosario “La Tremendita”, con quien lleva colaborando desde hace algunos espectáculos ya, en la dirección y arreglos musicales, y que en Bosque Ardora vuelve a repetir. Con ella protagoniza Rocío Molina Afectos, un íntimo y singular trabajo estrenado el año pasado, mostrado también en la Bienal de la Danse de Lyon, y que visitará otras ciudades más cercanas como Oviedo, el próximo mes de octubre y Bilbao (Festival Dantzaldia) en noviembre. Un dúo que enfrenta cante y baile desde la perspectiva del encuentro y el enriquecimiento.
“Con Rosario `La Tremendita´ me unen más de diez años de amistad. Y un día le dije: `Siempre que te cuento una idea, tú le pones cante. Por qué no hacemos algo juntas. Vámonos al estudio todos los días y tú me cantas y yo te bailo, sin presión ni meta´. Y con disciplina, un día detrás de otro, fuimos creando. Después, empezamos a trabajar sobre conceptos”.
P- ¿Y tiene usted especial predilección por alguna de sus obras?
R- Siempre suele ser el trabajo que uno está haciendo en el momento, en este caso Bosque Ardora… Reconozco que Cuando las piedras vuelen fue un cambio muy grande en mi trayectoria. Luego está Turquesa como el limón (2006), que responde a un época rebelde y gamberra… Oro viejo(2008), Almario (2007)… A cada una se le tiene un cariño especial, porque las relaciono con una época de mi vida.
P- ¿Son en cierta manera autobiográficas?
R- Sí. Con mi arte intento mostrar la verdad. Y qué mayor verdad que contar lo que estoy viendo.
Bosque Ardora
Casi un año y medio lleva gestándose el nuevo espectáculo que presentará los próximos días Rocío Molina, en la Bienal de Flamenco de Sevilla y visitará los próximos meses el Festival Madrid en Danza y el Mercat de les Flors de Barcelona. Han sido meses de preparación, encuentros, estudio y reflexiones en torno a un tema recurrente en el discurso de la creadora: esa dualidad del ser humano, pequeñas o grandes contradicciones que hacen casi imposible el encasillamiento y a veces dura la existencia. “Bosque Ardora es un nuevo resultado de una reflexión que me ha acompañado desde siempre, que ahora brota más en mí y que tiene que ver con una lucha conmigo misma en la relación que tengo con mi propio arte, con mi propia persona. En este sentido, en la obra se refleja esa dualidad de cazadora y presa, de premio y destrucción. De amor y odio”.
P- ¿Y con el flamenco también se relaciona desde esa doble dirección?
R- Con el flamenco no hay amor-odio. Hay amor-amor. Al flamenco lo amo y a la danza la quiero.
Junto a ocho hombres (6 músicos y los bailarines Eduardo Guerrero y David Coria), transitará el escenario Rocío Molina, durante una hora y veinte minutos, en lo que promete ser casi un viaje por la supervivencia que deja la lucha contra los estereotipos. De un lado, una mujer que es presa, pero también cazadora. Frágil y fuerte como la propia expresión dancística y física de Molina. Del otro, hombres cazadores que finalmente son atrapados. “Bosque Ardora es un juego y una guerra de amor, obsesión, odio, venganza… donde uno acaba preguntándose quién es la presa y quién el cazador”. Precedido por una proyección de unos cuatro minutos de duración, en la que se ve a una Rocío Molina amazona ( “tuve que aprender a montar a caballo, en Sevilla en los alrededores de un pantano. Y me encantó. Me pareció tan flamenco y coreográfico…”), Bosque Ardora promete ser una nueva vuelta de tuerca en el universo de incansable búsqueda que preside el lenguaje de esta creadora. “Siempre me arriesgo. Pero en este espectáculo, aún más, aunque igual dentro de 10 años me lo parece menos… Ahí está la belleza, la hermosura y detrás un fondo doloroso”. Como en toda su obra.
Trayectoria
“Mi madre estudió ballet clásico en la Ópera de Bruselas, ciudad a la que se fue con mis abuelos y vivió hasta los 19 años… Y en mi casa siempre me apoyaban. Yo empecé a bailar a los 3, en la academia de barrio de Torredelmar, y si los viernes no podía bailar, le lloraba a mi madre. Con siete años le pedí ser profesional y empecé en el Conservatorio de Málaga. Si me enteraba que éste o aquél profesor iba a Sevilla o Granada, allí iba yo también. Luego llegó Madrid y el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma. Y adquirí la técnica. Actuaciones a través del Instituto Cervantes, el Colegio de Médicos… hasta que me arranqué con el primer intento de espectáculo”. Fue Entre Paredes (2005), estrenado en el Teatro Principal de Vitoria. “No se me olvidarán las sensaciones que tenía creando, montando, bailando…. Eso cambia con el tiempo y una siente melancolía. De alguna manera, Bosque Ardora intenta recuperar aquellas sensaciones…”, rememora la creadora. Y desde entonces y hasta la fecha, un buen puñado de trabajos, premios como el Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación en 2010, escenarios de aquí y allí, incluidos los más reputados de Nueva York o Londres, donde le profesan admiración, y espectadores de todo perfil (del flamenco y del contemporáneo). También de renombre: Mikhail Baryshnikov se arrodilló ante ella en camerinos, tras una actuación con Oro Viejo en el City Center neoyorkino. “Aquella no fue una buena actuación y me fui al camerino enfadada. Cuando salí, allí estaba Baryshnikov y se me arrodilló. Desde entonces estamos en contacto. Me dice que le gustan las cosas pequeñas de mi trabajo. Él, que ha pisado los mejores teatros del mundo… ”.
P- ¿Se imagina bailando con él algún día?
R- No soy mitómana. Me siento feliz bailando y me da igual dónde. Pero reconozco que bailar con Baryshnikov sí sería un sueño.
P- ¿Y cómo se imagina dentro de treinta años?
R- Pues una de dos: o ayudando a la gente joven a orientarlos en la creación, observándolos, dándoles pautas… La enseñanza no la veo de momento, se me quedaría corto. Pero formar a gente sí. Llevando un centro de creación relacionado con el flamenco, por ejemplo, con un huertito al lado, con productos fuera de manipulaciones transgénicas. Con muchos perros, con gente a la que yo quiero cerca… O me voy a un campo en el que no me encuentre nadie y me quito de en medio. Aunque siempre creando. Cerca del arte. Aunque sea montando un huerto.
Bosque Ardora. Bienal de la Danza de Lyon (del 19 al 22 de septiembre); Bienal de Sevilla (29 de septiembre); Festival Dance Umbrella, de Londres (del 16 al 18 de octubre); Festival Madrid en Danza (6 y 7 de noviembre) y Mercat de les Flors (Barcelona, 7 y 8 de marzo de 2015).
Afectos: Teatro Filarmónica de Oviedo (4 de octubre) y en el Festival Dantzaldia de Bilbao (Palacio Euskalduna, 9 de noviembre).
Publicado en Susy Q. Revista de Danza. Septiembre-Octubre de 2014