Asistir a los `espacios singulares´ que han inaugurado el Mes de Danza, ha supuesto un encuentro con la creación dancística, pero también una expedición por los fantásticos espacios que Sevilla arroja casi en cada esquina, muchos de ellos desconocidos para quienes no vivimos en la ciudad. Una especie de periplo turístico-dancístico del que se respiraba una estudiada intencionalidad en el binomio escenario-propuesta, tan esencial como necesario a la hora de enfrentarse como espectador a cualquier espectáculo. En este sentido, la inauguración del festival en el interior de la iglesia del Monasterio de la Cartuja, con una propuesta de Víctor Zambrana (Del estado natural, se llama el trabajo) en colaboración con estudiantes del Centro Andaluz de Danza, música en vivo (compuesta por Miguel Marín) y logrado espacio escénico (de Joaquín Jara), fue un arranque con tintes casi místicos despojados de cualquier connotación religiosa pero empapado de una gran solemnidad.
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Continuó el desarrollo de este trabajo, dos días después, en una segunda parte con perfil de instalación artística, presentada en cinco patios contiguos también en el Monasterio de la Cartuja, pertenecientes en un pasado a cinco celdas de monjes cartujos. Y la música de la primera parte dejó paso al sonido de hojas secas, ramas de árbol y pisadas sobre piedras (también de los espectadores, quienes entrábamos, paseábamos y salíamos del espacio componiendo nuestro propio y personal espectáculo), para seguir respirando la espiritualidad con la que se nos presentó la propuesta inicial.
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El Convento de Santa Clara, testigo del claroscuro emocional que fue el solo del israelí Arkadi Zaides; la divertida arquitectura del Metrosol Parasol, que acogió a Elías Aguirre y Manuel Rodríguez en su fresco, jovial y premiado Escuálido Marsupial; y el Jardín del Guadalquivir y la Alameda de Hércules, que fueron escenario de las propuestas de Bikini Ducc/Dos proposiciones (que estrenó Breve historia de un largo acontecimiento) y Ertza Dantza (que presentó Yo nací mañana, contundente montaje para cuatro bailarines, reflexión sobre tradición y modernidad y trabajo que deja ver la riqueza artística y capacidad para cristalizarla de su director y coreógrafo, Asier Zabaleta) fueron otros de los singulares y razonados espacios que dibujaron estos primeros días de festival.