Como un ejército de autómatas, despojados de cualquier indicio de humanidad, conferidos a la identidad de una masa, se presentan en escena los 18 hombres y mujeres que componen Tragédie, espectáculo del coreógrafo francés Olivier Dubois (1972), estrenado en el Festival de Avignon de 2012 y que sigue levantando expectación y entusiastas reacciones a su paso. “Ser humano no implica humanidad”, ha explicado el creador en varias ocasiones. Y gira este trabajo, final de una trilogía completada con los montajes Rouge (2009) y Revolution (2011), alrededor de esa máxima, vertida aquí con resultado de tragedia contemporánea. Planteada sobre una dinámica claramente progresiva, en la que la repetición, (sobre todo en la primera media hora de espectáculo) es esencial y fórmula para su eficacia, se desarrolla Tragédie por una suerte de bucle hipnótico con verdadera catarsis al final del camino, ausente de toda urgencia para su resolución, que desprende confianza, por parte del creador, en la inteligente arquitectura de su obra y en la empatía del espectador. En este sentido, la música (composición de Fraçois Caffene), expuesta casi como un mantra para intérpretes y público, y la iluminación, de la penumbra a la exposición más desamparada pasando por las luces estroboscópicas que colorean la escena de tintes apocalípticos, son claves en la sugestiva inducción que se proyecta. Los desnudos integrales sobre los que se advierte en el programa y en los que se mantienen los 18 intérpretes durante la hora y media de espectáculo, se exponen carentes de provocación y funcionan como elemento fundamental para la entidad de Tragédie, lúcida y catártica obra.