Crónica de la programación de sala del Festival Internacional de Danza Contemporánea, Mes de Danza (del 26 de octubre al 6 de noviembre).
Un fino sentido del humor, más insinuante que evidente, más de sonrisa que de carcajada, ha acompañado buena parte de la programación del Mes de Danza 23, que arrancó el pasado 26 de octubre en Sevilla y finaliza hoy con su habitual clausura participativa, Ahora bailo yo. Tanto en algunos de los espectáculos programados en los Espacios Singulares (ver crónica aquí) como en algunos de los vistos en sala, el espectador se ha encontrado con esa máxima que asocia el sentido del humor a la inteligencia, también presente en los discursos dancísticos que se han visto. La singularidad de cada propuesta, una profunda investigación y mucho movimiento, igualmente convergen en los trabajos mostrados, retrato de la buena salud creativa que se gasta la danza que tenemos.
Sin baile no hay paraíso, advierte el creador y performer Pere Faura desde el título de la obra que mostró en esta edición número 23 del Mes de Danza. Y recuerda a aquella afirmación de Pina Bausch que venía a decirnos «bailad, o de otra manera estaremos perdidos». El movimiento como culmen o estado natural y perfecto. Y otra lectura más. La danza como acto orgánico y presente en el bagaje cultural de cada cual. La memoria colectiva es tema habitual en el trabajo que viene desarrollando este coreógrafo e intérprete. Y vuelve a disertar sobre ella en esta obra, a través de cuatro míticas y familiares coreografías, su análisis (con el movimiento y la palabra) y reinterpretación en su propio cuerpo. Gene Kelly, John Travolta, Maya Plitseskaya y Anna Pavlova y Anne Teresa de Keersmaeker, se asoman en este trabajo con forma de collage, que analiza casi con tono de juego didáctico, el por qué de la existencia y eficacia de cada una de ellas, para llegar a la lectura general de la envergadura y repercusión de arte. El mítico tema Dance me to the end of love de Leonard Cohen en diferentes versiones, sirve al final del montaje para que Faura, ya emancipado de las figuras que le han acompañado, muestre su propia identidad alrededor de la danza. El gran poder comunicativo del bailarín, sostenido por la contención y la naturalidad, es también fórmula eficaz de este trabajo, que se completa con un cuaderno performance entregado a la salida, que no hace sino sumar en sutileza. También con aire didáctico y amable se presentó Wakefield Poole: visiones y revisiones, de Celeste González. Y además de la imaginativa comparación que se establece entre el segundo acto del ballet El lago de los cisnes y la película de porno gay Boys in the sand (1971), y que estructura el eje de la pieza, se forma el espectador con ella. Sobre ballet clásico, sus códigos y protagonistas. Sobre Wakefield Pool, bailarín y director de cine sobre el que versa el peso argumental de este trabajo. Y sobre Celeste González, que analiza su propio proceso personal hacia el final del espectáculo. «Me enfrento a la bailarina trágica, me pongo al lado de la trans y doy la espalda a la clásica», afirma. Un solo sustentado en proyecciones, palabra y movimiento con factura de conferencia bailada, que ubica su eficacia en la gran frescura y naturalidad, riesgo y honestidad, con la que se expone.
Alberto Cortés, creador malagueño cuyo discurso se sitúa en la búsqueda y experimentación de nuevas formas alrededor de la escena contemporánea, ha sido también protagonista de esta edición del Mes de Danza con una propuesta empapada de crítica y humor alrededor de la profesión de artista. Yo antes era mejor, dice el autor. «Antes» de que las protagonistas, las bailaoras María del Mar Suárez y Mariché López, decidieran ubicar su vida encima de un escenario. Acompañadas por la música en directo de David Ojeda y la interpretación actoral de Omar Janaan y Alberto Cortés, el montaje, con el flamenco y su investigación física y sonora como soporte formal, bucea con empatía y agudeza, por el cuestionamiento de identidades. También de Andalucía, comunidad a la que presta el Mes de Danza especial atención en todas sus ediciones, es Silvia Balbín. Joven creadora e intérprete, ha estrenado su primera obra larga en el marco de la muestra de Sevilla. Haciendo gala de la singular (y espléndida) interpretación que la caracteriza (de la que se pudo ser testigo en la obra Welcome to the Montgomery Experience, en 2014) y el particular universo que le interesa, entre el movimiento, la creación audiovisual y la música. Ésta última con Alberto Almenara como protagonista, también partenaire en el escenario y al frente de la emergente compañía que firman, Rosa Cerdo. Alf, se perfila como una reflexión alrededor de las decepciones a las que el ser humano se enfrenta y se concreta en una obra que rezuma carácter distintivo y la sensación de ser testigo del inicio de algo sólido gestado en una nueva agrupación andaluza a la que, sin duda, merece la pena seguir la pista.
También estreno absoluto fue La Obra Vacía, de Natalia Jiménez y Jorge Gallardo, mostrada en la edición anterior de este festival, dentro del ciclo Creaciones en Proceso. Con cuatro intérpretes en escena, entre los que se encuentran los dos directores, el montaje se sumerge en la investigación de lo individual y lo colectivo, a través del movimiento y alrededor de temas como el de la propiedad y lo laboral. Gestado alrededor de una escenografía dibujada por elementos próximos al trabajo de la tierra (flores, palas, manguera…) y que construyen algo así como una naturaleza doméstica, la obra acumula conceptos, que si bien dejan ver una interesante exploración de arduo trabajo, se manifiestan necesitados de cierta continuidad que otorgue un plus de coherencia al resultado final. Enmarcada en otro registro en el que el movimiento es absoluto protagonista se vio Tormenta, del creador vasco Igor Calonge y la compañía que dirige Cielo Raso, como parte de la iniciativa Carta Blanca a… , con la que el Mes de Danza brinda a un colectivo, espacio o proyecto fuera de Andalucía, la oportunidad de mostrar trabajos en el festival de Sevilla y que este año ha protagonizado La Fundición de Bilbao. De tono solemne, Tormenta, que indaga sobre la resistencia y fragilidad de un cuerpo, con estructura de cuadros o escenas y precisa interpretación de sus tres bailarines, cristaliza en un firme y consolidado trabajo de gran carga onírica y fisicidad.
Clay, trabajo de la bailarina contemporánea estadounidense Asha Thomas y de la bailarina flamenca británica Yinka Esi Graves, que no hace sino reforzar la universalidad del flamenco y los numerosos caminos que, afortunadamente, contiene, y las propuestas para público familiar De flor en flor, de la Cía. Fernando Hurtado y Almazuela (bajo las sábanas), de Roberto G. Alonso, completan la programación en sala de esta recién finalizada edición 23 del Mes de Danza, punto de encuentro y soporte para la creación dancística andaluza, nacional e internacional y que no hace sino reforzar la liturgia de Cohen.