«La modalidad de la imaginación es, por tanto, múltiple y al mismo tiempo crítica. La crítica también la confundimos a menudo, no con la fantasía sino con el juicio. Juzgar algo o alguien como bueno o malo no es necesariamente ser críticos. La crítica es precisamente ese arte de los límites, de los criterios y de las crisis, que necesita mucha imaginación para desarrollarse más allá del análisis y del dictamen.» Marina Garcés
«Mi estética no es estática, me doy el don de la duda». Linn da Quebrada.
Carta abierta de la bailarina y coreógrafa Natalia Fernandes.
El 20 de octubre de 2022, preparándome para la muestra del proceso de mi nuevo solo dentro de la programación del FIOT (Festival Internacional Outono de Teatro), paré para desayunar en la panadería San Ignacio, en la Plaza Galicia de Carballo (A Coruña).
Pedí un café con leche de avena y media tostada de pan de espelta, 100% integral.
Hablé por whatsapp con mi padre sobre los nervios de bailar ese día y la responsabilidad de hacer un solo. Nos reímos al recordar cuando todavía bailaba en puntas, en pequeños escenarios de Sao Paulo. También le comenté que me sentía hinchada, fea, rara…
Luego leí algunas páginas de 2 libros que llevaba en mi bolsa: Llego con tres heridas, de Violeta Gil y Verdade Tropical, de Caetano Veloso.
No desayuné toda la tostada, me parecía demasiado.
Esa noche, ya al final de la muestra, hubo una charla con el público. El sociólogo y crítico teatral Santi Pazos pidió la palabra, nada más terminar, para comentar sobre lo decepcionante que le pareció el idioma que elegí para trabajar en mi propia creación, Pazos me dijo: “Tú no tienes cuerpo de bailarina”.
Lo que vino después de esa frase pretendía ser un elogio a mi performance, pero tuve dificultad en seguir su discurso después de esta apreciación.
Esa noche lloré mucho, por mí y por muchos otros cuerpos. Pero ese llanto ya lo conocía.
Lo más duro fue reconocer que una parte de mí está de acuerdo con las palabras del crítico teatral: yo no tengo un cuerpo de bailarina, ha sido lo que me han enseñado.
(Y aquí es importante decir que si he seguido bailando fue por un impulso inocente, una dosis de desobediencia y otra, desmesurada, de pasión).
La idea de que yo, y muchas otras personas, no tenemos un cuerpo de bailarina pertenece a una lógica fallida, ya en ruinas, pero que sigue manteniendo estructuras rígidas. Hijo del patriarcado, este pensamiento lleno de prejuicios, pretende reproducir patrones que ya no pueden ser tolerados. Ideas rancias que imprimen afirmaciones opresivas y modelan lenguajes que solo sirven para congelar tiempos y discursos.
Lamentablemente, pensamientos así siguen presentes, con más o menos evidencia, en nuestra educación, en nuestras casas, en nuestros ambientes de trabajo y, también, en nuestros escenarios.
Estructuras rígidas que han erguido pilares que nos han llevado a distintas formas de silencio, opresión y violencia.
Al mismo tiempo y en el mismo espacio, esos pilares han activado cuerpos en una búsqueda por nuevas construcciones. Y esas mismas y viejas estructuras han servido de impulso para imaginar otras posibilidades.
Entre esos pilares firmes y las nuevas posibilidades de existir, en esa tensión, es donde hoy bailan nuestros cuerpos.
Y es justamente en ese baile que entendí que la idea sobre la existencia de un determinado «cuerpo de bailarina» era errónea. Fue bailando que entendí que podría decir sí a otras posibilidades de existencia. Fue bailando que entendí que un cuerpo puede ser muchos cuerpos.
Muchas de nosotras, ya hemos decidido el camino que queremos seguir. Ya nos hemos reconocido en la multitud, ya nos hemos fichado entre estos pilares y ya estamos ocupando grietas donde pensamos y bailamos juntas.
Muchas de nosotras ya hemos comprendido que somos y tenemos cuerpos de bailarinas, porque bailamos. Somos y tenemos cuerpos de bailarinas porque nos dedicamos a esta práctica, porque estudiamos el cuerpo, porque aprendemos sobre el mundo a través de su movimiento, porque traducimos nuestras historias a una coreografía.
Y, más importante, porque hemos entendido que quien decide lo que hacen y lo que son nuestros cuerpos somos nosotras.
Yo y mi cuerpo de bailarina, intentaremos reinventar en cada movimiento lo que es un cuerpo de bailarina. Buscaré en cada ensayo que el cuerpo sea entendido como una posibilidad de experimentar nuevas lógicas. Repetiré cada coreografía hasta que yo pueda bailar sin pedir permiso.
Me cansaré, pero volveré a bailar. Desayunaré sin culpa y recordaré que bailamos para imaginar las posibilidades que nos llevan más allá de estos rígidos pilares.
Y, especialmente, lo que yo intentaré como bailarina, como creadora y como ciudadana, es que todxs, incluido Santi Pazos y sus amigos, puedan entender que ellos también pueden tener un cuerpo de bailarina. Natalia Fernandes
«De cualquier lucha o descanso me levantaré fuerte y bella como un caballo joven». Clarice Lispector