“Soy hijo de mi tiempo” – Unblogdedanza

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Entrevista a Israel Galván.

Genial, valiente, revolucionario, vanguardista. Son sólo algunos de los adjetivos, en esa línea, que acompañan el hacer flamenco de Israel Galván, bailaor y coreógrafo sevillano, hijo de flamencos, pero también de su tiempo. Por eso, y desde el conocimiento más profundo de ese flamenco secular, que conoce y domina, y por el que le condujeron en sus inicios grandes de esto como Mario Maya, Galván aflamenca lo impredecible y abastece al género de nuevos códigos que lo sitúan en la cima de la modernidad. Descuartizando lo reglamentario. Empapando la tradición de futuro. Pero eso lo decimos los demás. Israel Galván es un chico joven y tímido, tranquilo y familiar, y un bailaor que confiesa no querer revolucionar nada. Únicamente mirar al flamenco con libertad. “Uno puede hacer bien las cosas independientemente de los cánones establecidos”. Entre sus aficiones figuran el cine y la literatura (“y la familia, que es lo que mejor me hace sentir cuando no estoy trabajando”), y sus obras suelen ser el resultado de ideas y pálpitos que Galván recibe de esas historias e imágenes que lee o ve. Kafka, Foucoult, Borges, Walter Benjamin y Bernardo Atxaga figuran en la línea inspiradora de Galván, materializada en obras como La metamorfosis, Las palabras y las cosas, Dos hermanos y Arena, entre otras. Con todas ellas ha pisado notables escenarios, habituales o no, del flamenco.  Y con la mayoría de ellas, se ha hecho también con galardones no menos importantes, como el Nacional de Danza en la modalidad de creación, recibido en 2005, y el Vicente Escudero, 10 años antes. Hace unos meses pasó por la Bienal  de Sevilla con una versión reducida de  El final de este estado de cosas, que pudo verse el año anterior en Málaga, cuando duraba tres horas. Un homenaje al cineasta Francis Ford Coppola y a su obra Apocaylpse Now (“la he visto mil veces”, confiesa), inspirada también en algunos pasajes del libro bíblico, y donde el flamenco convive nuevamente con eso aparentemente dispar que Galván muestra casi naturalmente.
“Cada espectáculo que estreno es una prueba que me hago. Y una vez que encuentro la idea que quiero desarrollar entro en lucha conmigo mismo. Un reto en el que trato de averiguar si soy capaz de llevar al escenario esa idea primera”.

P- ¿Y cómo es ese proceso desde que usted tiene una primera idea hasta que se convierte en espectáculo?
R- Pues primero está esa idea general y cómo podría plasmarla. Y a partir de ahí comien- za “la batalla”. Empiezo a buscar en músicas y en objetos que me hagan bailar de otra forma, y por supuesto que tengan que ver con esa idea para poder interpretarla.  A partir de ahí me pongo a trabajar con todas esas coordenadas hasta el estreno.  Y después del estreno, sigo trabajando en el espectáculo que se va haciendo con el rodaje. Siempre cambio cosas, aunque sean mínimas.

IsraelGalvan.final©LuisCastilla

P- Muchos ven en su trabajo una especie de deconstrucción del flamenco, ¿la investigación del movimiento es su principal aliciente?
R- Yo intento utilizar la música como una escenografía. Y muevo la música flamenca según las necesidades de la idea. Ten en cuenta que las estructuras del flamenco son muy fijas. Llevamos muchos años con el mismo guión y al cambiar o enseñar de otra forma esa música, es muy fácil sorprender. En cuanto a lo que me preguntas sobre el movimiento, creo que la fuente principal de un bailarín es su propio cuerpo.  Además es la única herramienta que posee para ponerla en función del movimiento y que exprese la idea que se quiera plasmar.

P- Da la sensación de que le ha cambiado la dirección al flamenco. Usted lo baila de fuera adentro…
R- El flamenco hay que sentirlo desde dentro.  No debe ser una energía efectista. El flamenco viene de habitaciones cerradas, de lugares muy profundos. Yo, el escenario, lo uso como un laboratorio personal en el que invito a entrar al público, por eso intento no provocar el aplauso fácil. Se trata de un momento muy íntimo. Por eso suelo cerrar hacia dentro.

P- Lo que parece claro es que su trabajo ha marcado un antes y un después en el baile, ¿alguna vez se propuso revolucionar el flamenco?
R- No. Soy hijo de mi tiempo. Unos tiempos en lo que todo va muy rápido. Todo
evoluciona antes de que nos hayamos dado cuenta. Creo que mi generación no e una generación que haya intentado revolucionar a la hora de bailar. Lo que hemos
hecho ha sido una constante búsqueda de la personalidad, de imprimir un sello
personal al baile. Sí creo que he aportado (si se puede decir que he aportado algo) libertad a la hora de enfrentarse al flamenco. Creo que antes había menos riesgo y ahora la gente suele arriesgarse más.

P- En su obra se encuentran referencias literarias, ¿cuál es el libro más flamenco con el que se ha tropezado?
R- Sin duda alguna: Juan Belmonte, matador de toros. De Chaves Nogales. Magnífico. Este libro me enseñó a bailar de otra forma.

P- ¿Y qué le ha inspirado del Apocalipsis para crear El final de este estado de cosas?
R- Todo lo que ocurre en la actualidad a nuestro alrededor es apocalíptico. No hace falta leer la Biblia… En mi caso han sido las dos cosas. Por una parte la Biblia, con esa literatura cargada de simbología; y por otra, la realidad que percibimos cada día en la calle.

P- Ha reducido en más de una hora la duración de aquel montaje que se pudo ver en 2007, ¿por qué?
R- En realidad lo único que hemos hecho ha sido buscar lo fundamental de la obra. Esa idea original a la que antes me he referido.  En el estreno de Málaga en 2007, El final de este estado… era algo muy abierto, muy experimental. No estaba cerrado y había que buscar la esencia y no despistarnos, para que no cambiara el significado. Y la verdad es que creo que lo hemos conseguido. Ha sido un proceso muy interesante para todos los que hemos trabajado en esta obra… Por otra parte (y para qué engañarnos) también están las necesidades del mercado actual. Sería un error obviarlas… No todos los teatros iban a soportar los gastos de una compañía tan numerosa ni aguantar más de tres horas en el patio de butacas. Pero sobre todo se trataba de buscar la esencia de la historia.

P- ¿Tiene el público algo que ver en la transformación o ejecución de sus espectáculos?
R- El público siempre está ahí, pero no es algo que me obsesione. Primero está mi propia necesidad de llevar a cabo una idea concreta. Los espectadores me ayudan a entrar en otra dinámica. No bailaría igual con público que sin él, y pueden ir cambiando una obra. Yo me doy cuenta de los fallos de un nuevo montaje cuando se exhibe ante los espectadores. No me sirven los ensayos generales. En cierta forma, podríamos decir, que el público es quien termina la obra.

P- ¿Y le afecta esa parte más purista que no coincide con lo que hace?
R- Yo creo que hay sitio para todo el mundo.  Y en mi caso, y mirando las cosas con cierta distancia, la relación con el público más purista ha sido más positiva que negativa. Han llegado a aceptarme tal y como soy. Saben que soy diferente y me respetan. Creo que, salvo raras excepciones, han apreciado mi trayectoria. Aunque claro que hay gente a la que le gustaré y otra a la que no le haré ninguna gracia, pero eso es inevitable.

P- De usted se ha dicho que es el Nijinksy y el Forsythe del flamenco, el Picasso de la danza…, ¿se queda con alguna de estas comparaciones?
R- La verdad es que yo no creo que esté a la altura de todos estos genios, que es lo que son para mí.

P- Y como espectador, ¿qué danza le  interesa?
R- Creo que los bailarines somos todos iguales, cambia el gesto de cada uno. Y eso me interesa. El gesto que hace diferente el movimiento. Lo que hablábamos antes del modelaje del cuerpo en función del movimiento.

P- ¿Cuál ha sido el último espectáculo que ha visto?
R- El último espectáculo de danza que vi, y que me resultó muy curioso, fue el de un bailarín portugués de danza contemporánea que se llama Miguel Pereira. Coincidimos los dos en un festival en Nottingham a finales de octubre del año pasado. Yo actuaba primero, y después, sobre el mismo escenario, actuaba él. Su intervención consistió en desmontar todo mi escenario. Mis micros, mi suelo…, y fue un ejercicio de improvisación muy interesante. Me gustó.

(Publicada en Susy Q. Revista de Danza. Año 2009)

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