Hay una frase de Eulalia Lledó que me encanta: “lo que no se nombra, no existe”. La usa en su estupendo ensayo sobre lenguaje sexista, enmarcada en el contexto tan necesario del lenguaje inclusivo. A mi modo de ver, se trata de una sentencia tan certera y de tanta fuerza, que traspasa cualquier entorno semántico. Algo parecido advirtió Virginia Woolf unos años antes, “nada ha sucedido realmente hasta que no se haya registrado”.
A vueltas con las palabras, herramienta de vida para todas y de trabajo para algunas, pienso en el acierto y error de su uso en el ámbito de la danza escrita. Dedicarte al periodismo de danza, algo tan desafiante (traducir a palabras el movimiento) como enriquecedor (construir un nuevo discurso desde la observación), conlleva en muchos casos, si una tiene disposición a cuestionamientos, a reflexionar sobre el propio trabajo. Estas columnas de opinión en las que dejo ver algo de mí, como decía el gran Camilo, dan pistas sobre esas elucubraciones domésticas alrededor de este oficio. Una especie de mirada sobre el ejercicio de una misma en una hazaña por escapar de lo obvio y lo obtuso.
Que la danza sigue siendo una gran desconocida, es otro hecho que también traspasa, desafortunadamente, cualquier contexto en este país. Y eso se nota en no pocas situaciones, también las lingüísticas. A menudo usamos una terminología que si bien sirve, en apariencia, para darle cierto toque a la construcción de un texto escrito, también despista y hasta desinforma. En últimos términos, hiere. Parafraseando a Don DeLillo, «palabras que llevan en su significado una venganza».
Ya escribí sobre el mal de lo cursi y su profusa vigencia al referirnos a la danza. Hay otros daños, posiblemente menores, de los que no escapamos ni una. En los talleres de “Espectadoras/es responsables” que imparto, suelo dar al inicio algo de terminología para poder comunicarnos con cierta pertinencia. Una vez me dijeron “a mí la danza, cuanto más rara, mejor”. Y no está mal, rara es peculiar, original, singular, insólita… pero si se identifican otros conceptos para definir ese tipo de danza, se manifiesta y existe de otra manera.
“La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es la misma que entre el rayo y la luciérnaga”, dijo Mark Twain. En una propuesta mucho menos ambiciosa, aquí va un pequeño diccionario desilustrado alrededor de la danza, tal y como yo la entiendo.
- DANZA: Lenguaje, expresión artística, artes del movimiento. Hay quien lo ha definido como el “lenguaje del alma”. Es poético, pero también cursi y aleja. Si usted pertenece a ese grupo de personas que solo identifica la danza en una técnica explícita y bien enamarcada en los cánones, sería conveniente el no desestimar otro tipo de trabajos dancísticos con expresiones tan dañinas (y admitámoslo, ignorantes) como “hacer la croqueta” o “la cultura de la fealdad” (dicho recientemente sobre la danza contemporánea).
- BAILARINAS/ES: Intérpretes, performers, artistas… ¿mensajeros del cielo? ¿atletas de Dios? Bueno, en un contexto lírico, tal vez. Recientemente he visto en algún medio “danzarines”. Supongo que no es incorrecto, ese término existe, pero, ¿no tiene cierto tono reduccionista y hasta paternalista? Hagan algo, usen los mismos sufijos para nombrar a las protagonistas de otras expresiones artísticas: actorcines, musiquines, ¿qué tal?
- OBRA: Pieza, trabajo, montaje, espectáculo, performance, propuesta… ¿maestra? Solo cuando lo sea.
- ADJETIVOS: ¿Cómo escribir de una obra sin atiborrarla de adjetivos? He ahí el santo grial al que nunca llegaremos, pero en el intento pereceremos:
Que gustan: Todos aquellos adecuados al contexto y al trabajo del que se habla. Sin exageraciones, ni insultos, mejor.
Que cansan: Todos aquellos que de tanto usarlos porque sí, yo la primera, se vaciaron. Honesto (¿todo lo es?); hilarante (no es sinónimo de divertido); brutal (a éste le tengo una manía especial); es bien (incorrecto y posthipster); maravilla (en la línea del anterior. Su adjetivo es “maravillosa, “maravilloso”); trascendental (vale, pero solo cuando levitemos de verdad).
“Escribir es practicar, con singular intensidad y atención, el arte de la lectura”. Susan Sontag.