Es un movimiento joven el de la danza hip hop. Treinta años de vida no son muchos para una expresión dancística si se la compara con otras que acompañan al ser humano desde hace siglos. Y mucho más corta es su existencia si pensamos en ella como carne de escenario. Como la que se disfruta desde hace poco más de una década, desde una cómoda butaca de teatro. Ya no es necesario dirigirse hasta suburbios urbanos disfrazado de malo, ni compartir esos problemas y avatares adolescentes que preocupaban a los originarios b-boys americanos de finales de los setenta, para poder ver a auténticos breakers de caché desafiando el espacio y la gravedad. Basta con dirigirse a cualquier festival internacional y elegir entre las varias propuestas de danza hip hop que suele ocupar su cartel. Pero, cómo llega a conquistar una danza eminentemente urbana y de acentuado carácter minoritario, escenarios y públicos diferentes.
Sólo para unos pocos
La popularidad de la que goza actualmente la danza hip hop, no entraba en los planes de este movimiento dancístico cuando apareció a finales de los sesenta, ni cuando vivió su época dorada a comienzos de los 80. Más bien al contrario, hay quienes incluso apuntan a ese reconocimiento, popularidad y simpatía que despertó el break dance en los 80 como culpable de su posterior declive. Los medios de comunicación recogían aquel loco y efervescente baile urbano que se extendía como una plaga entre una parte de la juventud rebelde del momento, bautizándolo como break dance y dando lugar a todo un fenómeno socio cultural. El cine, también se hizo eco con películas como Hip-Hop Wild Style,
Breaking o Beat Street, en la que aparecían dos de las bandas más emblemáticas de aquel entonces: la Rock Steady Crew y la New York City Breakers.Y el break dance perdía interés para quiénes le dieron vida apagándose precipitadamente. Se trataba de
un baile que había nacido con los términos pandilla, suburbios y minoría pegados a sus espaldas. Pertenecía a adolescentes de oscuro futuro, dificultades sociales y algún tiempo libre, que libraban sus propias batallas dancísticas (uprock). Que ocupaban también las pistas de clubes nocturnos para continuar con sus desafíos bajo la música de pioneros DJ´s, dando vida a estilos de baile y pasos acrobáticos que hoy todo el mundo identifica cuando se habla de break dance o danza hip hop. La popularidad y el fácil acceso decididamente estaban reñidos con algo que nació de una forma tan concreta y reducida. Hoy en cambio el break dance no se entiende sin esa popularidad y es gracias a la difusión y divulgación de las que goza, su casi absoluta presencia en teatros de todo el
planeta. Lo que ha devuelto la vida al break dance. Aunque con distancias. Con muchas distancias de aquél originario.
A la vista de todos
Fue a comienzos de la década de los 90, cuando este baile resurge del olvido o más bien cruzó fronteras geográficas y tomó pulso de nuevo. Berlín, París, Ámsterdam y otras capitales europeas (no en España, aquí llegó algo más tarde) toman el protagonis-
mo que diez años antes tuvieran Nueva York y Los Ángeles, y se convierten en foco de actuación de un nueva danza hip hop que se disfruta en los escenarios. Los culpables, inquietos coreógrafos, curiosos y ávidos de mezclas dancísticas y nuevos lenguajes que descubrieron en este baile una cantera de posibilidades. Karin Saporta, José Montalvo,
Dominique Hervé, Laura Scozzi y la española Blanca Li fueron algunos de los que se interesaron por el break dance, callejero y espontáneo, imprevisible y desafiante, y lo incorporaron a su lenguaje y espectáculos. Un encuentro entre danza contemporánea y hip hop materializado en la relación coreógrafo-b boy. Hablamos entonces de palabras imposibles en los comienzos de esta danza hip hop: disciplina, constancia, tesón, coreo- grafía…. que se mezclaba con la espontaneidad de unos bailarines que en su gran mayoría, nunca habían subido a un escenario. Una especie de intuición y método, como lo describe el coreógrafo Dani Pannullo, máximo conocedor del break dance que se realiza en nuestro país y pionero en mezclarlo con disciplinas tan dispares como el butoh japonés. Los pasos, la estética, el estilo de sus comienzos… todo ello permanece en este nuevo break dance para el que parece ya no hay amenazas de desaparecer, pero las novedades introducidas con su subida al escenario pesan tanto como su esencia. El público ya no queda alrededor de los bailarines o breakers compartiendo espacio. Se sitúa enfrente y se sienta en cómodas butacas. El bailarín también se enfrenta a un nuevo espacio, el del escenario, obligado a tenerlo en cuenta y jugar con él. Los movimientos ya no son improvisaciones espectaculares. Manteniendo ese punto exhibicionista, se unen en frases coreográficas que los bailarines intentan resolver con mucho ensayo y trabajo duro. Y casi como una consecuencia afortunada, el coreógrafo de break dance, sólo de break dance, aparece en escena. Neils Storm, Karl Kane Wung, las compañías Käfig, Choream, MCR, Pyro, Black Blanc Beur… francesas y alemanas en su mayoría, componen un exigente panorama coreográfico actual en cuanto a la danza hip hop. No faltan en festivales, teatros, certámenes…. Organizan cursos, enseñan a bailar break dance. Sus trabajos, en ocasiones, conforman una exigente y sofisticada propuesta. Mucho más que
un grupo de breakers perfectamente uniformado desarrollando acrobacias e impensables movimientos. En el coreógrafo alemán Neils Storm encontramos un claro ejemplo. Se vale de imaginativas ideas para desarrollar todo un argumento en torno a la danza hip hop. Se introduce en la multidisciplinariedad con el uso de nuevas tecnologías como pantallas de vídeo que reproducen la acción junto a la que tiene lugar en el escenario. Y domina, con resultado de prestidigitador, todos los estilos del break dance más originario y genuino. El foot work (trabajo con los pies), el body pop- ping (estilo surgido en Los Ángeles inspirado en la serie de televisión Lost in Space o el electric boggie (ése paso tan mítico, que todos hemos intentando alguna vez, por el que se intenta la transmisión de energía a través de muñecas, cuello, cadera y todo el cuerpo, como si se tuviese un calambre). Originales propuestas con un claro trabajo de investigación detrás, donde la disciplina y el ensayo se palpan con su resultado, de muy buenas intenciones pero con un sabor de boca final un tanto naïf. Algo cándido aún, quizá por la juventud de esta forma de danza y por estar casi al principio de un largo camino que recorrer.
El hip hop de por aquí
Cuando en ciudades como Francia y Berlín el hip hop comenzaba a despertar interés entre los coreógrafos más contemporáneos, en España esta danza seguía asociándose con pandilleros americanos de los 80 que quedaban bastante lejos. Se tuvo que espe-
rar un poquito más para empezar a disfrutar de ese nuevo break dance que se subía a los escenarios. Llegó casi a finales de los 90 y de la mano de dos coreógrafos que casualmente se venían manteniendo bastante al margen de los circuitos dancísticos habituales. Blanca Li, por llevar desarrollando su carrera fuera, en París, desde hacía
bastante tiempo. Dani Pannullo, por preferir los clubes nocturnos de Madrid para vomitar esa mezcla de disciplinas tan especial que desarrolla el coreógrafo argentino. Con la primera se disfrutó de buen break de teatro con el primer espectáculo que la creadora granadina concibió sólo y exclusivamente para auténticos breakers. De lo más granado del panorama francés. Macadam, Macadam (1999) se presentó en nuestro país como una
auténtica fiesta urbana sobre escenario al aire libre, en la que la ausencia de argumento dejaba paso a la libertad de unos chicos y chicas que bailaban, se desafíaban y movían con la más pura e identificativa espontaneidad callejera.
Con un trabajo coreográfico detrás con el que Li tuvo que ponerse seria en más de una ocasión para que los rebeldes b-boysno lo cambiaran sobre la marcha. Algo parecido le ocurrió durante el rodaje del largometraje Le Défi, un musical de hip hop y musical americano que fue número 1 en las taquillas parisinas, y en el que Blanca Li tuvo que desplegar mil antenas para que los breakers no se le dispersaran durante las horas de descanso. Improvisaciones, que si bien pueden resultar un tanto difíciles a la hora
de montar, se pueden saborear en la frescura de la que gozan este tipo de trabajos. Dani Pannullo lo tiene claro: mucha intuición y mucha disciplina. En su búsqueda de un discurso total que aúne el máximo de lenguajes posibles, el coreógrafo argentino conocedor del teatro y la danza, el cabaret y la per- formance, y la danza hip hopy el butoh japonés, viene proponiendo desde hace más de cinco años personalísimos trabajos de difíciles mezclas dancísticas y resultado asombroso. Las llama Pieces of today dancey y el break dance aparece como disciplina protagonista que juega a mezclarse con otras bien distintas. Lo último en la cantera productiva de este creador, Oro Negro. Un auténtico musical de hip hop en el que las voces de reputadísimos en la materia como Frank T.o
Ariana Puello, se mezclan en directo con la danza hip hop de prestigiosos breakers de la escena madrileña y catalana. La compañía El Punto! Danza Teatro, el Campeonato Andaluz de Danza Hip Hop/Break Dance organizado por la Asociación Andaluza de
Danza La Espiral y el Campeonato de break dance escénico del Aula de Cultura de Elorrio, completan la oferta nacional para la danza hip hop. Ya sea con genuinos creado-
res de esta danza, con coreógrafos de contemporáneo que se atreven con el break dance o incluso con artistas aparentemente alejados de esta danza urbana pero que también la requieren en sus espectáculos por lo que tiene de gancho y divertimento
(como Rafael Amargo en su espectáculo Enramblao), la danza hip hop se
ha vuelto obediente y se hace fuerte en los escenarios. Con demasiada juventud como para hablar de consolidación pero con suficiente seriedad, seguidores y aceptación como para saber que no se trata de una efímera moda.